miércoles, 22 de enero de 2014

Los amantes pasajeros

"Mario cogía cada mañana el mismo tren. Todos los días, de lunes a viernes.

En los días buenos, solía encontrarse con una chica que le fascinaba, pero nunca se atrevía a hablar con ella.

Lovehunter Elle et ses affaires
Ilustración de Alba Pinzolas

Casualidades de la vida (y que Barcelona, al final, es una ciudad muy pequeña), una noche se encontraron en un bar. Él reunió toooodo el valor del mundo para acercarse hasta ella y decirle "Tu y yo nos encontramos todas las mañanas en el metro." Por suerte, la respuesta de ella fue positiva: le propuso ir a desayunar juntos la próxima vez que se encontraran.

Pasaron las semanas y no se volvían a encontrar. Mario empezó a pensar que aquello había sido un farol.

Pero finalmente, sucedió. Se encontraron y fueron a desayunar. Y tanto fue que se gustaron, que quedaron más días, compartiendo desayunos, festivales, encuentros casuales, cenas y alguna vez incluso cama.

Con el tiempo, su relación se fue afianzando y hoy en día siguen juntos. Y tú, ¿Crees en los encuentros fortuitos que acaban en amor?"

jueves, 16 de enero de 2014

Amores que llegan en bicicleta

Marc y Cristina se conocieron en una época en la que Cristina iba a su aire, no quería saber nada de amores. Pero cuando quedó dos veces con él, decidió centrarse un poco.

Ella estaba estudiando la carrera y él ya pilotaba aviones, así que su relación empezó por todo lo alto, una relación de altos vuelos.

Y todo iba tan tan bien que los años iban pasando y Cristina ya estaba a punto de acabar el doctorado. Las cosas entre ellos eran perfectas: Viajaban, tenían tiempo para sus amigos, hacían pequeñas escapadas para ir a cenar a la ciudad de al lado,… Todo era genial.

Cuando se acercaba el cumpleaños de Cristina, ella pidió como regalo una bicicleta. Marc le propuso ir a Barcelona a cenar y le pidió que se arreglara. De camino hacia la cita, ella pensaba que irían a cenar a algún sitio bonito pero al llegar fue aún mejor, Marc había reservado mesa en el restaurante del Hotel W.

Durante la cena, Cristina no sabía qué pensar. Marc se levantó varias veces, una de ellas tardó más de 20 minutos en regresar. Cuando finalmente parecía que se iban a casa, Marc la llevó hasta el ascensor y subieron a una habitación. Entonces Cristina empezó a entenderlo todo y a impacientarse, ya que imaginaba que en la habitación encontraría su esperada bicicleta.

Cuando entraron, la habitación era grande, espaciosa, bonita, pero no había rastro de la bicicleta. Lo que sí había era un pequeño regalo con una carta de Marc. Como la misma Cristina me contó “Yo iba leyendo la carta y veía que allí me decía muchas cosas, pero en ningún momento me felicitaba”. Así que estaba claro que aquello no era una felicitación. Era algo mejor.

Ilustración de Micrito

Marc le pidió a Cristina que se casaran y lo hizo, nada más y nada menos, que con un anillo de Tiffany.

Deseadles buena suerte a los novios, ¡se casan en septiembre de este año! ¡Felicidades Marc y Cristina!

miércoles, 8 de enero de 2014

¿Puede el amor empezar mal y terminar bien?

Creo que siempre me han gustado las cosas difíciles, sobre todo en el amor. No me gusta el amor fácil, y sin yo quererlo, siempre he buscado amores difíciles, amores que costaran y que hubiera que pelearlos. 

Todo empezó en el bar donde tomaba el café a media mañana. Allí fue la primera vez que lo vi, a pesar que no hablamos hasta la noche de Navidad. A partir de ese momento nos empezamos a ver muy a menudo y poco a poco fuimos creando una relación que, sinceramente, no sé muy bien como describir. Yo, sin darme cuenta, empecé a sentir cosas que hacía mucho tiempo que no sentía, se me despertaba un cosquilleo de lo más agradable cada vez que lo veía.

Pero había un detalle de mucha importancia: Él tenía novia. Aunque ella se iba a vivir fuera una temporada y él a los dos meses tenía planeado seguirla. Y fue durante estos meses que él estaba solo que nuestra relación empezó a crecer, tanto que ya formaba parte de mí. Cuando él se fue, me sentí muy vacía y no podía parar de llorar.


Ilustración de Alba Pinzolas


Una vez ya llegó a su nueva ciudad, me llamaba o me escribía a diario. Estaba contentísima pero cada vez que me tenía que despedir de él me hundía. Así que tomé la decisión de decirle que no me llamara más, que no quería saber nada de él, que él estaba en la otra punta del mundo y yo aquí y que no quería ser la persona que daba vida a su apagada relación.

Pasaron unas semanas y él volvió, solo. Y pasó lo inevitable, volvimos a estar juntos pero nuestra situación era muy agridulce, difícil y bonita a la vez. Con los días, empecé a sentirme mal conmigo misma, estaba haciendo algo que no quería que me hicieran a mí. Se lo conté a él y le dije que no podíamos seguir.

Tenía una lucha constante entre mi cabeza y mi corazón, por un lado sabia que lo que hacía estaba mal hecho y que no podía continuar así. Por el otro, me quería dejar llevar y que pasara lo que tuviera que pasar, pensar en mi y en lo que realmente yo quería. Y así fue, me dejé llevar. Mi mantra "Haz lo que sientas a cada momento" volvió a vencer.

Gracias a esto, y a muchos otros factores, a día de hoy estamos juntos. Y por supuesto, él dejó a su novia.

Las cosas no las hicimos bien ni él ni yo, pero en temas de amor la razón no existe y por eso es amor, ¿No?
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