miércoles, 23 de octubre de 2013

Buenos Aires, mi amor

Mi nombre es Victoria, y hasta hace 5 meses vivía en la ciudad en la que nací. San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina.

Esta historia que estoy a punto de contarles podría tener su primer “Erase una vez” allá por el año 2012, precisamente el 7 de enero de ese año, cuando cumple los años mi amiga Luly. Y ahí estaba yo, festejando con mi amiga en su casa como todos los años con los amigos de siempre.
De repente algo cambió la dinámica anual de los anteriores 7 de eneros, no solo mi amiga tenia novio nuevo, sino que a media noche caen dos sujetos que nadie conocía. Mire de reojo y me gustó.

Cuando nos dimos cuenta de la hora, ya eran como las 8 de la mañana. Dos desconocidos contándose las historias de su vida sin saber por qué.

Ariel nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina, hace 33 años. En el 2001 decidió aventurarse y se vino a vivir a Barcelona. Aquí forjo toda su historia presente.
Al día siguiente, en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, un vuelo destino a Barcelona salía a horario.
Sostuvimos un contacto ocasional y cordial. Escasos mensajes por Facebook, y de vez en cuando algún que otro “Hola!” en Whatsapp.

Ya habiendo terminado ese año, nuevamente, y como es sabido, mi amiga Luly me avisa que va a festejar su cumple en su casa, “Hago unas pizzas, igual que año pasado” me dijo. Y yo pensé, no es igual que el año pasado. 

Algo pasó, aun no sabemos qué, pero un impulso me hizo escribirle un mensaje a ese chico que había conocido solo una noche. “El sábado, Luly festeja su cumple, hace algo igual que el año pasado. No es lo mismo que el año pasado :(" decía textualmente el mensaje.
Ariel había programado su visita anual a Buenos Aires para fines de enero, para ese entonces yo me encontraba de vacaciones con una amiga, y fue recién a principio del mes de febrero la fecha en la que volvíamos.
Ninguno de los dos sabemos por qué estábamos tan emocionados de vernos, pero así era. Regresaba a mi casa con una agenda que decía “Ariel” todos los días que le corresponden a las 3 semanas siguientes.
Coordinamos para que lo pasase a buscar por la puerta de su casa materna después de cenar. Así podíamos ir a “tomar algo y ponernos al tanto”.

Llegué, y se subió a mi auto. Hola, hola y listo. Hablamos un poco en el viaje pero más que nada estupideces que uno habla cuando está nervioso.

Llegamos. Él se bajó y sin decir nada, dio la vuelta hasta donde estaba mi puerta. Los dos sabíamos que era lo que estaba a punto de ocurrir. Y debe ser que un miniterremoto pasó por la tierra cuando me besó, porque hasta mi cartera que estaba apoyada en el techo del auto se cayó, como todo lo demás.


Ilustración de Micrito


Fue a los 21 días después que nos despedimos. De la misma manera que habíamos vivido eso, sin etiquetas, como se presentaba y sintiéndolo como era, AMOR y punto.

Pero el bloqueo de nuestros corazones no duró mucho tiempo. 48 horas después que Ariel pisó Barcelona me llegó un mensaje a mi teléfono. Y es ahí donde empieza otra nueva historia.

Un avión con destino Barcelona salía a horario del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, y en ese avión, con un billete solo de ida, iba yo.

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