miércoles, 30 de octubre de 2013

The Love Boat

Dos ciudades. Valencia en el punto A. Nápoles en el punto B. Cientos de personas desconocidas.  Distintos grupos de amigos. Y un barco. No uno cualquiera, sino el barco que haría que personas de distintos lugares que hasta ahora no se conocían, emprendieran 3 días de desenfreno hacia una ciudad que les esperaba con los brazos abiertos. Y esta no es tampoco una ciudad cualquiera.

Cada hora que pasaba estaba más protagonizada por la locura y la fiesta. No había lugar para el aburrimiento, el silencio  o la tranquilidad. Hasta que la última noche la diversión pasó al flechazo en una mirada. Él iba acompañado de una chica, y ella con sus 3 amigas estaba dispuesta a pasárselo en grande. Pero sus miradas se cruzaron y ahí empezó el camino hacia una noche donde no habría ningún no. Ella se las ingenió para saber si la chica que acompañaba a su futuro amante era su novia. La vida te da sorpresas y, efectivamente, no eran más que amigos. Todo iba viento en popa. Y ella tenía la estrategia bien clara, que resultó ser la misma de él: pasar de una mirada provocadora a introducirte en medio de una conversación para tratar de entablar más tarde unas palabras, esta vez a solas. Y como en las películas donde hay esa escena en que el protagonista está en una fiesta, se deja de escuchar el sonido ambiente y como espectadores sólo escuchamos una conversación concreta y nada más, como si el mundo se hubiera parado en ese instante. Y a partir de ahí, la imaginación la pones tú, querid@ curioso.


Ilustración de Micrito


La vuelta a Valencia, donde residen los dos individuos, fue espectacular en cuanto a ganas de compartir momentos juntos, conocerse y enamorarse. Incluso habían llegado a salir fugitivos a altas hora de la noche para encontrarse. Y lo que parecía ser divertido, empezó a convertirse en una mosca detrás de la oreja, cuando las llamadas pasaron a ser únicamente de noche y los momentos para verse a deshoras. Parecía ser que él tenía otras cosas a hacer antes de verla a ella. Las conversaciones diarias pasaron a ser llamadas puntuales. Y ella esperaba y esperaba, hasta que decidió cortar por lo sano. “Si no me llamas, no me llamas, pero tampoco te espero”.

Y del desespero a la tranquilidad y a la rabia cuando ella descubrió que él había vuelto a las andadas con una antigua novia. De esas cosas que todos pensamos: “¿Hubiera sido más fácil si él se hubiera sincerado como lo había hecho hasta entonces, verdad?” Como dijo Ángel Ganivet, “La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a lo que se diga sea lo que se piense”.

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